miércoles, 9 de diciembre de 2015

Everest: el techo del mundo

La reina de las montañas, la cumbre entre las cumbres, el Everest es el ocho mil más alto del planeta y la montaña más conocida en todo el mundo. Hoy en día existe cierta polémica respecto a esta mediática cima, pues cada primavera se organizan cientos de expediciones para coronarla. Montañeros experimentados se quejan de la excesiva explotación comercial que tiene el Everest, algo que provoca su masificación. Pero dejando a un lado su exceso de tránsito, el Everest sigue siendo una cumbre fascinante, la más alta del mundo y la que más pasiones levanta. Con ella llegamos al último ocho mil y aquí se termina nuestra sección Los Techos del Mundo, que habíamos dejado en nuestra anterior entrega con el K2



Un gigante difícil de medir

Ubicado en el Himalaya, haciendo frontera entre China y Nepal, el Everest se eleva sobre sí mismo hasta llegar a los 8.848 metros de altura. Ninguna otra cumbre en el mundo la supera, así lo indican los nombres con los que se le conoce a esta montaña en Nepal o en el Tibet: “la frente (o la cabeza) del cielo” y “la madre del universo”, traducido al español. Fue un topógrafo inglés, Andrew Waugh, quien bautizó la montaña con el nombre de Everst en 1865 (otorgándole el nombre de un colega suyo). Posteriormente hubo varios intentos de establecer su altura real, pero transcurrieron décadas hasta que la montaña fuera medida con exactitud. Así, en el año 2005 un equipo topográfico chino la escaló y pudo medirla con la máxima precisión, determinando su verdadera altura.



Primera ascensión y la hazaña de Messner

El clima que rodea al Everest es gélido, con unos vientos terribles que intensifican aún más la sensación de frío extremo. Existen hasta 18 rutas diferentes para escalarla, si bien algunas no se han escalado por completo aún, y prácticamente nadie lo hace por rutas diferentes a las dos que suelen seguirse (la suroeste y la noreste). 



Las víctimas mortales que se ha cobrado esta montaña indican que resulta más complicado su descenso que se ascenso. La primera vez que alguien logró coronarla fue en el año 1953: lo consiguieron el montañero Edmund Hillary y el sherpa Tenzing Norgay, ambos integrantes de una expedición británica de nueve miembros. Fue tal la expectación que levantó esta hazaña que ambos fueron nombrados caballeros británicos por la reina de Inglaterra. También merece una mención especial Reinhold Messner (considerado por muchos el mejor escalador de la historia), que en 1980 consiguió hacer cumbre en el Everest sin oxígeno y por su ruta noroeste, la más difícil de las dos que se utilizan. El alpinista italiano invirtió tres días seguidos escalando en solitario desde el campamento base, situado a 6.500 m. de altura.



La zona de la muerte

Así se conoce al Everest cuando se rebasan los 8.000 metros de altura, pues sus temperaturas son tan frías en esta zona que el cuerpo queda expuesto a congelaciones si no está muy bien protegido. Dosificar el oxígeno en la zona de la muerte es vital para la supervivencia, y ascenderla sin ayuda de oxígeno resulta casi una quimera. La media anual de la temperatura en esta zona ronda los 40 bajo cero, y en invierno se pueden alcanzar los 60 grados bajo cero.



Fotografía 05: Stefanos Nikologianis
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario